La Prueba

un cuento de ¿Por qué no?


El niño en el jardín era un niño como tantos otros: cabellos negros, mejillas llenas, poco más de seis o siete años... nada especial. Un día leí un cuentito de Dino Buzzati que describía características similares, pero en ese caso el niño tenía algo especial. En éste, ninguna. Aunque estoy acostumbrado a no ser sorprendido por la verdad histórica (la primera vez que vi a Cleopatra fue la más grande desilusión de mi vida), hubiera esperado un poco más de este niño. Quizá una luz en los ojos, un breve signo de su terrible futuro... pero no hay nada en los ojos del pequeño Adolf Hitler, a los seis, siete años.

Basta de soñar... veamos cómo está el novato. Siempre sobre el techo del palacio frente a la casa de la familia Hitler. Siempre con el dedo en el gatillo de su fusil Sniper Profesional (2.000 dólares). No se puede creer, no se le ha movido si quiera un cabello en los veinte minutos que permanece allí. Sin embargo ya se manifiesta la tensión de su mente, veo desde aquí el sudor de su frente. Reconozco que en parte es culpa de este hermoso día de fines del siglo XIX.

Bien... hagan como quieran. Yo estoy cómodo, te observo tranquilamente, tengo incluso la cerveza al lado (no es costumbre, pero es un día en que realmente amerita tomarse una cerveza). Cuando me lo confiaron sabía que este Ariel Katzav tenía cierta característica de hiena, testarudo, orgulloso: aunque era un excelente candidato para la agencia teporal, con un currículum inmaculado, sabía que tendría problemas con la Prueba.

Ah... no puedo evitarlo... siempre me asombran las reglas de la Prueba de admisión a la agencia temporal. ¡Cosa de bastardos psicópatas! La cosa es así de simple y así de taimada: tenemos que saber si nuestros agentes serán lo suficientemente disciplinados e inteligentes para no tener la tentación de modificar el pasado durante la misión. La agencia está exclusivamente dedicada a los estudios históricos, no permite modificar nada, no salvará a nadie y no admite jugar con el pasado, incluso si para esto tenemos que convertirnos en máquinas sin corazón. Incluso Ariel es de verdad inteligente, pero también él ha sido engañado. Normalmente jugamos sobre su orgullo (se creen siempre lo bastante astutos como para superar la administración y los viejos viajeros del tiempo que desgraciadamente han visto toda la maldad del mundo). Aprenden cómo hacer funcionar la máquina, usar armas, sobrevivir en un ámbito histórico, están llenos de ideas y de pasión ingenua por esta actividad. Se ponen a jugar de Dios. Son históricos, todos han jugado alguna vez a la ucronía, imaginan y construyen una nueva historia creada sólo a su voluntad. Se ven como maestros de la máquina del tiempo, los bufones... También Ariel lo hizo: compró secretamente un fusil (como si no hubiésemos podido urgar en su cuenta de banco...), estuvo dos meses en la biblioteca de la agencia para estudiar la juventud de Hitler... y aquí lo tenemos.

¡Hitler! Era de verdad obvio... Ariel Katzav... leí la historia de su familia, toda su familia exterminada en Auschwitz excepto un muchacho nacido antes que el actual Katzav, posteriormente capitán del ejército israelí; un hijo importante, historiador especialista en la Shoah y muerto en un atentado islámico, etc... Una familia dispuesta a luchar y herida por las diversas catástrofes de la historia. ¡Y ahora el último eslabón de la cadena familiar tiene a Adolf Hitler, sin defensa, en la mirilla de su fusil!

¿Eh? Ariel se movió un poco... busca en el vacío, perdido en sus pensamientos. No te duermas, Ariel... dentro de cuarenta minutos la señora Hitler hará entrar a su hijo en a casa para la merienda (una manzana, creo).

¿Un llamado? Es la doctora C., quizá tenga alguna inquietud por su favorito.

“¿Hola?”

“Dime... ¿cómo fue que excluiste tu nuevo estudiante de la lista de candidatos? ¿Sabes de quién es hijo?”

“Sé bien de quién es hijo, pero es en verdad un imbécil, lo llevé conmigo la semana pasada a Roma, en el 305 d.C., y después de un rato le contaba todo a una muchacha en el Foro, sólo para hacerse el galán. Estoy seguro que si le hubiera dado una cita en la pirámide de Cayo Cestio, se hubiera embarcado hacia Egipto...”

“Quizá necesitaba un poco más de práctica... y a propósito de Roma, me contó una extraña historia sobre los leones del Coliseo...”

“Bah, era sólo para ver si tenía carácter, pero es en verdad poco resistente”.

“No debes jugar así con los candidatos, la mayor parte son historiadores pero salidos de su propia biblioteca, no lo olvides... por esta vez no será registrado, y hablaré con Su Excelencia... y a propósito de candidatos, ¿cómo se porta Ariel?”

(finalmente...) “Nada de nuevo por el momento, está todavía decidido a matar y cambiar la historia, pero duda... por el momento no puedo decir qué hará. Ahora tiene sólo treinta minutos, después deberé intervenir”.

“Espero lo mejor de él, es lo suficientemente inteligente como para saber cuál es su deber. Contáctame inmediatamente cuando haya terminado”.

“Ok...”

Vete al diablo, tirana de tiranos... Como si fuese fácil la Prueba, es en verdad un shock psicológico que altera la mayor parte de nuestra mente. No sería tan cínico de no haber afrontado la Prueba también yo. Sólo de recordarlo tiemblo. Y la doctora C., cuando éramos candidatos, volvió llorando de su Prueba, ¡y estuvo seis meses bajo tratamiento psiquiátrico! ¡Tiene memoria corta la señora! Como Ariel, ¿qué se imagina en estos momentos? Lo conozco... es un hombre de grandes valores morales, respetuoso, pacífico, científico, pone la razón sobre todo y no practica ni siquiera la religión de sus padres. Y aquí lo tenemos, pronto a su venganza, para vengar víctimas muertas de tantos siglos... Él que no soporta la injusticia en el mundo, ahora está dispuesto a matar un niño. Un niño llamado Hitler, cierto, pero un niño.

Prendo el comunicador.

Patrick... Karim. Estaba ocupado con las cosas del servicio... ¿cómo está el novato?”

“Parece que tuviera una tormenta en la cabeza”.

“Es verdad... Hace cinco minutos que bajó el fusil y se toma la cabeza con las manos”.

“Hummm... sí, lo veo, parece no estar nada bien...”

“Al menos éste piensa en las consecuencias... no como su predecesor, que de verdad probó advertir a las autoridades americanas el 10 de septiembre de 2001 (es el problema de casi todos los candidatos americanos...), tuvimos que arrestarlo. Ariel en cambio, piensa en las consecuencias, no sólo en las consecuencias históricas, sino también en las morales (no cualquiera está dispuesto a colorear una pared con el cerebro de un niño y dejar que sea la madre quien lo descubra): lucha entre su deseo de venganza, su educación (¿no era uno de sus ancestros quien escribía sobre la reconciliación?) y la ética profesional; lo hemos convencido desde hace dos años que cambiar la historia es una ilusión. Frecuentemente las cosas ocurren lo mismo (lo vimos durante el tiempo bendito de la conquista temporal), enseñamos que no somos Dios, no tenemos derecho a juzgar una época, que la gente que vemos está muerta desde hace años o siglos, que habría más mal que bien, etc. Miramos la gente sufrir y morir como miramos las gacelas devoradas por los leones en los documentales de animales. Esto lo sabe también él.

Faltan sólo quince minutos... Ah... llegó a mis mismas conclusiones, sin embargo es joven, todavía tiene la capacidad de rebelarse y de querer cosas más justas (tengo dudas, con su cara tan seria, quizá sea un imbécil que obedece solamente, sin ser capaz de emocionarse; no queremos personas insensibles, sólo personas capaces de superar sus emociones). Ahora volvió a tomar el fusil y tiene al chico en la mira (que juega a destruir hormigas, pero no es una señal premonitoria: todos lo hicimos).

“Patrick... estate pronto con el fusil hipodérmico... si se muestra amenazante, mándalo a dormir un par de horas...”.

“Ok...”

Estamos llegando al final del juego. Ariel está pálido como la muerte... deja el fusil y... reza. Esto no me lo esperaba: en este punto iría a romperme la cabeza contra una pared. ¡Odio esta Prueba! La necesitamos, pero no soporto ver la desesperación y el fin de las ilusiones. Después será uno como nosotros. La primera vez es la más difícil; traicionar las convicciones y adoptar otras es un poco como morir y renacer, según creo. Es como la primera vez que el candidato ve morir a alguien; no vamos a ver una batalla, tomamos más bien un asesino no muy lejano y siempre banal. Es la primera piedra sobre el camino de los viajeros del tiempo.

¡Oh no! Ariel volvió a tomar el fusil, sólo cinco minutos antes del fin de la Prueba, parece decidido. Qué tristeza...

Ariel da una mirada al paisaje verde de Austria, después mira su estrella de David, después la insignia de la Agencia, finalmente mira el niño... no veo tanto desde aquí, pero cre que lo mira como es: un niño, nada más, un niño que habría podido hacer muchas otras cosas buenas o malas, que no tiene nada de maléfico (o al menos nada más que cualquier humano normal). Y deja el fusil.

Ya está... se recompone... ahora se ha puesto a llorar (yo probé dispararme a la cabeza).

“Ok, todo está bien, voy a buscarlo”.

Llego a su lado, en el jardín donde la señora Hitler reta a Adolf porque se permitió responder (¡Eh... ya basta, Adolf!). Entre sus lágrimas, Ariel me ve.

“Boss, yo... quería hacerlo, probé, pero... perdón, he traicionado vuestra confianza... lo pensé, pero no pude... yo... (después no pudo seguir hablando).

“Está bien hijo... ahora te explico todo. Pero primero... ¡bienvenido!”

 ¿Por qué no?


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